Bernardo O’Higgins: Padre de La Patria y Director Supremo de la joven República

Bernardo O’Higgins Riquelme sin duda ocupa el máximo sitio en el desarrollo de la Nación. Y de tal manera esto es así que entre todos los títulos con que se lo nombra figura el de Padre de la Patria.

El hacendado, hijo del gobernador y virrey Ambrosio O’Higgins y de Isabel Riquelme, tuvo una educación acorde a la investidura de su padre y conoció Europa, pero una vez terminada su formación regresó a la tierra que lo vio nacer en Chillán Viejo, el año 1778, un 20 de agosto.

Para historiadores locales no hay ninguna duda de que O’Higgins es nuestra figura máxima, pues estuvo presente en momentos claves de nuestro desarrollo como país, tomó decisiones y participó en un período donde se forjaba el “ser chileno”.

La importancia de Bernardo O’Higgins radica en que “fue un estadista y quien sentó las bases de la nación”, señala con énfasis Fabián Irribarra, quien ha estudiado ampliamente la figura del prócer.

“O’Higgins fue quien incorporó el concepto de Nación, pues dijo que todos los nacidos en Chile son chilenos. Anteriormente eran hijos naturales, españoles o criollos”.

Irribarra asegura que O’Higgins tiene facetas poco conocidas, como que fue alcalde de Chillán en su antiguo emplazamiento de Chillán Viejo.

“Pero todos los antecedentes adicionales que existen han sido rescatados y ahora forman parte de un extenso dossier de documentos que están en Chillán Viejo”, destaca.

En el libro La Silla del Sol el historiador Alejandro Witker señala que todos los historiadores que han escrito acerca de O’Higgins “coinciden en ponderar sus notables virtudes y su generosa entrega a la causa que abrazó con admirable pasión: la Libertad de su Patria”.

El especialista destaca que la obra del prócer “ha sido desfigurada por la imagen del insigne soldado, al que el chileno medio asocia a las batallas y a las estatuas ecuestres con sables desenvainados”.

Señala que si bien es un elemento clave, el Hijo Ilustre de Chillán Viejo “liberó de impuestos los libros”.

Además, indica que tampoco se ha destacado su labor en el desarrollo del teatro, la música o la pintura.

Según antecedentes históricos, Bernardo O’Higgins Riquelme es considerado el padre de la patria pues su presencia, como militar y gobernante, fue crucial en todo el proceso de emancipación chilena del dominio español, ya fuera luchando en las batallas de la Independencia o ejerciendo como primer director supremo de la nueva nación.

Realizó sus estudios en Lima y luego en Inglaterra, donde conoció a Francisco Miranda, quien lo inició en las ideas independentistas. Muerto su padre en 1801, regresó a Chile a tomar posesión de la hacienda de Las Canteras, cercana a la ciudad de Los Ángeles.

En 1810 fue elegido diputado de la recién formada Junta de Gobierno y nombrado coronel de Ejército en 1811.
En 1813 se enfrentó por primera vez a los realistas en la batalla de El Roble. Su rivalidad con José Miguel Carrera, el otro líder de la Independencia, lo llevó a enfrentarse, en 1814, en el combate de Tres Acequias. No obstante su espíritu patriota primó y O’Higgins se unió a Carrera para enfrentar la invasión de las fuerzas realistas dirigidas por Mariano Osorio.

Durante el período de la Reconquista, organizó en Mendoza, junto a José de San Martín, el Ejército Libertador de los Andes y dirigió la ofensiva chilena. Derrotadas las fuerzas realistas, asumió como Director Supremo y firmó, el 12 de febrero de 1818, la Proclamación de la Independencia de Chile.

Entre las obras de su gobierno tuvo especial relevancia la construcción de escuelas primarias, la reapertura del Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional, además de la creación de la Escuela Militar. En su gestión como Director Supremo tomó medidas que le significaron ganarse la antipatía de la aristocracia criolla, como la abolición de los mayorazgos y los títulos de nobleza, la supresión de los escudos de armas y la creación de la legión al mérito. Paradójicamente, su abdicación al cargo de Director Supremo de Chile el 28 de enero de 1823, uno de los episodios más tristes de su vida, fue la máxima expresión de su adhesión a la causa del país, ya que voluntariamente se despojó del poder para evitar una guerra civil, dejando como testimonio una emocionada despedida. Falleció en Lima el 24 de octubre del año 1842.