Seguramente, el nombre de Violeta Parra debe ser uno de los más controversiales del siglo pasado. No sólo por romper los esquemas de su época sino también porque de cantarle a la vida, se la quitó a causa de un amor no correspondido en su carpa de la comuna de La Reina.
Una vida intensa marcada por su nacimiento en la localidad de San Carlos, donde aún se resguarda su casa natal, y por su fuerte influencia no sólo musical, sino también plástica, que la llevó a recorrer los más especiales escenarios alrededor del mundo.
Violeta Parra Sandoval es parte de la familia más famosa de Chile y se desempeñó como cantautora, pintora, escultora, bordadora y ceramista. Hija de un profesor y de una campesina guitarrera, desde pequeña acunó el canto. A los 12 asños componía sus propios temas y los cantaba a los parroquianos de Chillán por algunas monedas. Ya adolescente salía a recorrer los campos con una grabadora para reunir los testimonios de las cantoras populares, experiencias que llevó con precisión a la guitarra y a sus arpilleras.
Su legado no sólo se concentró en Chile. El mundo conoció de esta sancarlina de nacimiento que deslumbró en 1964 cuando llegó a París para exponer su obra en el Pavillon de Marsan del Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre. El catálogo original contaba de 22 tapicerías o arpilleras, 26 pinturas al óleo sobre tela o madera prensada y 13 esculturas en alambre.
Un año más tarde levanta su famosa Carpa de La Reina, un espacio en donde vivió, expuso sus telas y máscaras; hizo recitales y armó míticas presentaciones de grupos e invitados; cocinaba, atendía a la gente, componía canciones y se daba tiempo para grabar discos con temas inolvidables, reproducidos en más de 30 idiomas.
Un día como hoy, el 5 de febrero de 1967, apenada por la separación de su gran amor (el suizo Gilbert Favré), agobiada por la muerte de su hija menor y desanimada por la poca repercusión de su último emprendimiento cultural, se mató de un certero balazo en la sien a los 49 años de edad, dejando a Chile con ese sabor amargo que sólo se siente cuando se sabe que un grande se va.
Su hermano Nicanor Parra (el más cercano a su figura) mantiene manuscritos de la folclorista, además de una carta en donde ella le explica los motivos de su drástica decisión. A pesar del tiempo y del reconocimiento mundial, en Chile hace poco su figura comenzó a ser revalorada a través del cine (“Violeta se fue a los cielos”, de Andrés Wood) y de la instalación de un museo en su memoria.